nadas

8.6.11

Umbilicoide


Las dos casas y los dos jardines se daban la mano sobre la barranca, cerca del río.

En la infancia se nutrieron con el polvo rojosangre de ladrillos, colillas abandonadas por pulmones enfermos, el jugo de tomates verdes, cabezas quemadas de fósforos con cuerpos de madera, la cera blanca de velas, algo de alquitrán tibio por dos rayos de sol, y tierra, mucha tierra húmeda que comían con las manos mientras respiraban líquidos amnióticos por los jardines.

Allí los caminos eran ilimitados, interminables. Sin largo ni ancho. Se creaban a sí mismos mientras se recorrían… Algo así como cuando una gota cae en el infinito, o un sonido ínfimo se torna en ensordecedores ecos que van a todas y a ninguna parte. Eran invisibles para las Retinas. Sólo algunos nervios ópticos, un caracol y una ventana del oído medio, y alguna célula de cualquier lengua los captaban extrañamente como: Laberintos de Nadas.



Desde aquí observaba. Allí no habían países. Acá tampoco.

Todo se almacenaba en retinas, tímpanos, cornetes y detrás de algunas cuerdas vocales.

Allí, al igual que Aquí, no existía la piel. Sólo carne, viva o muerta. Las vivas reían por las muertas y las muertas lloraban por las vivas. Así se complementaban (o algo así).

Nada era tan simple como aparentaba –pensaba la retina desde aquí, mientras observaba la de allá-.



El peso, agobiante, que llevaban a todas y a ninguna parte, era el Umbilical, siempre.

Pasaporte al Inmenso Vacío que jamás contuvo Algo.



En el jardín, donde juegan, el día está tan claro, que pueden contarse las moléculas de Lágrimas.



La ausencia, que no era ausencia, solo estaba suspendida, flotando en la aparente gravitación -Newton congelado, “detenido”-, de un naipe de tres manzanas, ni mustias, ni ca-ídas, distancia que no es distancia, tal vez, ausencia de tiempo o el efecto de mariposas.

Todos los muertos eran saludados en el flujo sanguíneo, a cada latido, del recuerdo incrustado en la médula. Entre el inhalar y el exhalar, el puente inconmensurable. Entre el exhalar y el inhalar, la vida y la muerte, el intermitente juego alveolar.

In-ha-lados y Ex-ha-lados. Las Idas y Las Vueltas. Los idos y Los vueltos.



En la barranca, cerca del río, El azar no era azar

El encuentro, no era encuentro

El dialogo, no era dialogo

Ni el monologo mono-Logo



El afecto, no era A-fecto

El Efecto era Kaos



El espejo no era espejo

El espejo era esponja

La esponja peluca

La peluca, celular



Los des-Encuentros desencuentros



El juego, No era juego

El juego, Era WHO? - EGO



Y el azar flores

Y el azar dados



En el jardín, donde juegan, la noche está tan clara, que pueden contarse las moléculas de cada gota del rocío, al borde de la barranca, cerca del río.


Desde Aquí, que no es Allí, y desde Allí que no es Aquí, las Retinas observaban casi sin aliento.

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