Las dos casas y los dos jardines se daban la mano sobre la barranca, cerca del río.
En la infancia se nutrieron con el polvo rojosangre de ladrillos, colillas abandonadas por pulmones enfermos, el jugo de tomates verdes, cabezas quemadas de fósforos con cuerpos de madera, la cera blanca de velas, algo de alquitrán tibio por dos rayos de sol, y tierra, mucha tierra húmeda que comían con las manos mientras respiraban líquidos amnióticos por los jardines.
Allí los caminos eran ilimitados, interminables. Sin largo ni ancho. Se creaban a sí mismos mientras se recorrían… Algo así como cuando una gota cae en el infinito, o un sonido ínfimo se torna en ensordecedores ecos que van a todas y a ninguna parte. Eran invisibles para las Retinas. Sólo algunos nervios ópticos, un caracol y una ventana del oído medio, y alguna célula de cualquier lengua los captaban extrañamente como: Laberintos de Nadas.
Desde aquí observaba. Allí no habían países. Acá tampoco.
Todo se almacenaba en retinas, tímpanos, cornetes y detrás de algunas cuerdas vocales.
Allí, al igual que Aquí, no existía la piel. Sólo carne, viva o muerta. Las vivas reían por las muertas y las muertas lloraban por las vivas. Así se complementaban (o algo así).
Nada era tan simple como aparentaba –pensaba la retina desde aquí, mientras observaba la de allá-.
El peso, agobiante, que llevaban a todas y a ninguna parte, era el Umbilical, siempre.
Pasaporte al Inmenso Vacío que jamás contuvo Algo.
En el jardín, donde juegan, el día está tan claro, que pueden contarse las moléculas de Lágrimas.
La ausencia, que no era ausencia, solo estaba suspendida, flotando en la aparente gravitación -Newton congelado, “detenido”-, de un naipe de tres manzanas, ni mustias, ni ca-ídas, distancia que no es distancia, tal vez, ausencia de tiempo o el efecto de mariposas.
Todos los muertos eran saludados en el flujo sanguíneo, a cada latido, del recuerdo incrustado en la médula. Entre el inhalar y el exhalar, el puente inconmensurable. Entre el exhalar y el inhalar, la vida y la muerte, el intermitente juego alveolar.
In-ha-lados y Ex-ha-lados. Las Idas y Las Vueltas. Los idos y Los vueltos.
En la barranca, cerca del río, El azar no era azar
El encuentro, no era encuentro
El dialogo, no era dialogo
Ni el monologo mono-Logo
El afecto, no era A-fecto
El Efecto era Kaos
El espejo no era espejo
El espejo era esponja
La esponja peluca
La peluca, celular
Los des-Encuentros desencuentros
El juego, No era juego
El juego, Era WHO? - EGO
Y el azar flores
Y el azar dados
En el jardín, donde juegan, la noche está tan clara, que pueden contarse las moléculas de cada gota del rocío, al borde de la barranca, cerca del río.