nadas

28.9.07

Diferente





Naciste diferente
solo dueño de tus huesos
y diferentes fantasmas pidiendo
por una nueva casa y una nueva canción.
Vinimos diferentes
la piel sin leer, maldita o encantada
y una diferente verdad susurrando
acerca de un dios diferente y un corazón diferente.
Diferente es libre del pasado
diferente es la bandera de los valientes
diferente es ser uno y estar solo
como el titilar de una estrella.
Diferente naciste
de ese vientre infernal
sangre huérfana y libre
de las sangres malditas o santas que traes.
Vinimos diferentes
engañosa igualdad
ni siquiera en la muerte
caeremos igual.
Diferentes puertas que abrir
diferentes pies para andar
diferente cuna al nacer
diferente la tumba también.
ROXANA AMED.
(Eternamente agradecida a Roxana Amed por su enorme generosidad en la traducción de la letra. Un abrazo Roxana!)

20.9.07

La pequeña Urna.


Si de algo estaba segura era de que los nervios de mi madre nada tendrían que ver con los míos.
Lo esperábamos a las nueve de la noche.
Mamá me había hecho poner el vestido insólito (estaba estampado con etiquetas de cigarrillos) y sacó los platos de la abuela, los que tienen el borde dorado.
-Vas a ver que buen mozo que es -me decía mamá-.
Eran las nueve menos cuarto y ya no dábamos más de los nervios.
El ni siquiera miraría el vestido nuevo y menos aún el borde dorado de los platos de la abuela.


(Siempre me he preguntado de dónde infería mamá semejantes ocurrencias, agudas y totalmente erradas, acerca de los gustos e intereses de los hombres)


Él, en realidad venía a guerrear conmigo, y yo estaba preparada para guerras. Y eso, precisamente, era lo que a mi madre ni se le asomaba por la cabeza, como tampoco que él y yo ya nos habíamos cruzado en un bar.
Pobrecita ella; luego presenciaría algo desagradable (penoso)
El y yo cargábamos con nuestras propias demencias, cosa que mamá también ignoraba.

El detestaba el humo del cigarrillo y en casa éramos todos “fumadores”, excepto yo que era fumadora pero “compulsiva”, por lo que mi madre me había estado sermoneando en vano, con el fin de apaciguar aquello tan inevitable en mí. Las palabras entraban, y así como entraban salían. (Sin embargo ella... solía “consentirme finalmente”.)
Había albergado la esperanza de que no viniera. Pero desgraciadamente llegó, y puntualmente.
Nos sentamos a la mesa. Yo encendí mi primer cigarrillo, y tal como lo haría una buena anfitriona, le dirigí mis primeras palabras:
-No sé si sabías que en mí se esconde una asesina serial en potencia. (mientras yo exhalaba el humo en su cara)
Él me miró fijamente. Ya me había traspasado, ya me odiaba pero no por mis palabras, sino por el humo. Su silencio era estruendoso, más aún que el de mamá.
Finalmente abrió la boca y dirigiéndose a mi madre le dijo:
-No sé como soportan semejante tufo, tan pero tan nauseabundo. Mientras con cara de asco cacheteaba el aire frente a su nariz. A lo que yo, inmediatamente encendí mi segundo cigarrillo, y acoté: -¡Bueno!, eso de “soportar” y “lo del olor nauseabundo”, es relativo...
Sus músculos se inmovilizaron. Giró su mirada de repente y la clavó en mí, ésta vez con más odio.

Esa noche me di cuenta de que antes de abrir la boca, entiéndase “hablar”, hay que tener mucho cuidado.


(Yo nunca he llegado a comprender a aquellos hombres que aborrecen el tabaco, ya que es mi creencia, que el tabaco y su aroma es algo que agrada más a hombres que a mujeres y que incluso, en aquellos que observan a una mujer fumando, les provoca una cierta sensualidad..., pero éste no era el caso)


Encendí mi tercer cigarrillo. Su odio me incomodaba...
Atónito, dirigió su mirada al humo que yo exhalaba. Vi que su boca estaba rígida, entreabierta.

-En fin, Dra... ASÍ FUÉ. Es todo lo que recuerdo; aunque conservo además una imagen de mamá con una pequeña “urna” entre sus manos.
-A veces lo potencial se convierte en un contundente acto. (dijo)

En ritual, comencé a sacar cenizas de una pequeña urna, para el armado de un cigarrillo.
Lo encendí.
Con extraño placer comencé a succionarlo.
Exhalé el humo en dirección a la cara de mi Dra.
Ella me miró con cierto estupor y tristeza.
Luego, dijo:
-Hasta aquí hemos llegado por hoy.

La vi alejarse, y traspasar las puertas de la penitenciaría.

17.9.07

Abandono



hay días en que me abandono
me dejo sola entre la multitud inanimada
así necesito estar, en algunos días
me convierto en fantasma de mis sombras
un impulso extraño me lleva a la deriva
me dejo, me dejo sola

un ángel a veces me observa, a veces me guía
me gusta el ángel, que antes era mi demonio
ahora restaura mi alma, antes destruyó mi cuerpo

algún día seremos libres

hay días en que me abandona
me deja sola
y otro impulso extraño me lleva a la deriva
me resisto, hago lo posible
pero siempre gana

un demonio me observa
me ordena lo que intento no cumplir
me gusta el demonio que destruyó mi cuerpo,
que antes era mi ángel
ahora restaura lo que el ángel destruyó

y algún día seré libre...

me gusta el ángel y el demonio
porque se camuflan y me engañan...

hay días y días
-de incertidumbre-

noches y noches
-de insomnios-

me abandono
me dejo sola
entre la multitud inanimada.

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