Desperté deslizándome afuera de una nube de sueños de arena microscópica.
Recorrí la cadena de mis vértebras enroscadas por años en una matriz de escorpiones y piedras.
Tragué el sabor de mis labios, salado y hambriento, y descorrí mis párpados.
La Luz Indiscutible ardió como aceite.
Una mano dolía, abierta, tatuada de la sangre vieja de la vida anterior.
Y volvió esa legión de voces oscurísimas y se arrojó contra mí y me ahogué de lágrimas.
Un viento piadoso sopló y dispersó la arena sobre las serpientes, los mapas
raídos y vi mi silueta descarnada emergiendo del desierto.
Comencé a desprenderme de mi cuerpo rancio y al fin, reptando sobre mis
huesos, me puse de pie.
Entonces las flores rojas rompieron mi piel intacta y me vistieron.
""Aquí estoy"", me dije. Y recordé mi voz.
Y con la fragilidad de los niños enfermos y de los muertos vivos, empecé a caminar.
Arizona
Aquí nací
y aquí me estoy muriendo
siempre sintiendo la arena en mi pies
cruzo el desierto de mi propia Arizona
marchando sola
voy marchando
voy cantando sola, hey, hey.
Estas arenas son las cenizas
de aquellas vidas
de las vidas que una vez perdí
son esas huellas
destruidas
de sangre seca
que llevaba en cada cicatriz.
A mi alrededor
bailando un cortejo
oigan sus alas volar
siguen las flores que cubren mi cuerpo
pero hoy no habrá funeral.
Aquí nací
y aquí estoy renaciendo
mientras los muertos no me pueden tocar
cruzo el infierno de mi propia Arizona
marchando sola
voy marchando
voy cantando sola.
A mi alrededor
bailando un cortejo
oigan sus alas volar
siguen las flores que cubren mi cuerpo
pero hoy no habrá funeral.
Ay, aquí estoy
voy naciendo mientras voy muriendo.
Ay, aquí estoy
caminando sobre lo que fui.
Roxana Amed
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