nadas

26.12.07

Arizona


Desperté deslizándome afuera de una nube de sueños de arena microscópica.
Recorrí la cadena de mis vértebras enroscadas por años en una matriz de escorpiones y piedras.
Tragué el sabor de mis labios, salado y hambriento, y descorrí mis párpados.
La Luz Indiscutible ardió como aceite.
Una mano dolía, abierta, tatuada de la sangre vieja de la vida anterior.
Y volvió esa legión de voces oscurísimas y se arrojó contra mí y me ahogué de lágrimas.
Un viento piadoso sopló y dispersó la arena sobre las serpientes, los mapas
raídos y vi mi silueta descarnada emergiendo del desierto.
Comencé a desprenderme de mi cuerpo rancio y al fin, reptando sobre mis
huesos, me puse de pie.
Entonces las flores rojas rompieron mi piel intacta y me vistieron.
""Aquí estoy"", me dije. Y recordé mi voz.
Y con la fragilidad de los niños enfermos y de los muertos vivos, empecé a caminar.



Arizona

Aquí nací

y aquí me estoy muriendo

siempre sintiendo la arena en mi pies

cruzo el desierto de mi propia Arizona

marchando sola

voy marchando

voy cantando sola, hey, hey.


Estas arenas son las cenizas

de aquellas vidas

de las vidas que una vez perdí

son esas huellas

destruidas

de sangre seca

que llevaba en cada cicatriz.


A mi alrededor

bailando un cortejo

oigan sus alas volar

siguen las flores que cubren mi cuerpo

pero hoy no habrá funeral.


Aquí nací

y aquí estoy renaciendo

mientras los muertos no me pueden tocar

cruzo el infierno de mi propia Arizona

marchando sola

voy marchando

voy cantando sola.

A mi alrededor

bailando un cortejo

oigan sus alas volar

siguen las flores que cubren mi cuerpo

pero hoy no habrá funeral.

Ay, aquí estoy

voy naciendo mientras voy muriendo.

Ay, aquí estoy

caminando sobre lo que fui.

Roxana Amed

20.12.07





Epitafio
Por el puñal abierto y por los otros
por la mirada sucia y la sonrisa
no quiero ver las sombras de tus ojos
no quiero verte nunca
no quiero verte más.

Por la palabra falsa y el insulto
por el veneno dulce y la mentira
no quiero las cenizas de tu embrujo
no quiero verte nunca
no quiero verte más.

Por mi inocencia muerta asesinada y fría
por la injusticia ciega y mi otra mejilla.

No quiero verte nunca
No quiero verte nunca más
No quiero verte nunca, nunca, nunca más.
Por las entrañas negras y tus cuervos
por las serpientes turbias desde tu boca
y por tus escaleras al infierno
no quiero verte nunca
no quiero verte más.

Y por tu infancia enferma y tus otros muertos
porque no puse espinas en tu corona

y no clavé los clavos en tus dedos
no quiero verte nunca, nunca, nunca, nunca más.
Por mi inocencia muerta asesinada y fría
por la injusticia ciega y mi otra mejilla.

No quiero verte nunca
No quiero verte nunca más
No quiero verte nunca, nunca, nunca más.
Y ahora vives
bajo las flores del invierno
te abrigué en un sepulcro de terciopleo
y espero que te coronen los crisantemos
y que besen tus labios los pensamientos.

Por mi inocencia muerta asesinada y fría
por la injusticia ciega y mi otra mejilla.

No quiero verte nunca
No quiero verte nunca más
No quiero verte nunca, nunca, nunca más.
Roxana Amed

19.12.07

El foco
[Cuento. Texto completo]
Virginia Woolf

La mansión del vizconde del siglo XVIII había sido transformada en un club del siglo XX. Y era agradable, después de cenar en la gran estancia con columnas y candelabros, bajo el esplendor de la luz, salir a la terraza que daba al parque. Los árboles eran frondosos, y si hubiera habido luna se hubiesen podido ver las banderolas de color rosa y crema puestas en los castaños. Pero era una noche sin luna; muy cálida, tras un hermoso día de verano.

Los invitados del señor y la señora Ivimey tomaban café y fumaban en la terraza. Como si quisieran aliviarles de la necesidad de hablar, como si quisieran entretenerles sin que tuvieran que hacer esfuerzo alguno por su parte, haces de luz recorrían el cielo. Corrían tiempos de paz entonces; las fuerzas aéreas hacían prácticas; buscaban aviones enemigos en el cielo. Después de detenerse para examinar un punto sospechoso, la luz giró, como las aspas de un molino, o bien como las antenas de un prodigioso insecto, y reveló aquí un cadavérico muro de piedra; allá un castaño en flor; y de repente la luz incidió directamente en la terraza, y, durante un segundo, brilló un disco blanco, que quizá fuera el espejo dentro del bolso de una señora.

-¡Miren! -exclamó la señora Ivimey.

La luz se fue. Volvieron a quedar en la oscuridad.

La señora Ivimey añadió:

-¡Nunca adivinarán lo que esto me ha hecho ver!

Como es natural, intentaron adivinarlo.

-No, no, no -protestaba la señora Ivimey. Nadie pudo adivinarlo. Sólo ella lo sabía; y sólo ella podía saberlo, debido a que era la biznieta del hombre en cuestión. Y este hombre le había contado la historia. ¿Qué historia? Si ellos querían, intentaría contársela. Quedaba aún tiempo, antes de que el teatro comenzara.

-Pero, realmente, no sé cómo empezar -dijo la señora Ivimey-. ¿Fue en 1820...? Este año debía correr, más o menos, cuando mi bisabuelo era un muchacho. Ya no soy joven -no, pero era muy hermosa y de buen porte- y mi bisabuelo era un hombre muy viejo, cuando yo me encontraba en la niñez, que fue cuando me contó la historia. Era un viejo muy apuesto, con su mata de cabello blanco y sus ojos azules. De muchacho tuvo que ser muy guapo. Pero extraño. Lo cual no deja de ser lógico -explicó la señora Ivimey- teniendo en cuenta la manera en que vivían. Se apellidaban Comber. Habían venido a menos. Habían sido hidalgos; habían tenido tierras en Yorkshire. Pero, cuando mi bisabuelo era joven, casi un muchacho, sólo quedaba la torre. La casa había desaparecido, y sólo quedaba una casucha de campesinos en medio de los campos. La vimos hace diez años, sí, la visitamos. Tuvimos que dejar el automóvil y cruzar los campos a pie. No hay camino hasta la casa. Está aislada, y la hierba crece hasta la misma puerta... Había gallinas picoteando, entrando y saliendo de los cuartos. Todo estaba ruinoso. Recuerdo que, de repente, de la torre cayó una piedra. -Hizo una pausa-. Allí vivían -prosiguió- el viejo, la mujer y el muchacho. La mujer no era la esposa del viejo, ni la madre del muchacho. Era, simplemente, una doméstica, una muchacha que el viejo se llevó a vivir con él cuando enviudó. Esto quizá fuera una razón más para que nadie los visitara, una razón más que explica que todo fuera quedando en estado ruinoso. Pero recuerdo el escudo de armas sobre la puerta; y los libros, libros viejos, cubiertos de moho. En los libros aprendió cuanto sabía. Leía y leía, me dijo, libros viejos, con mapas plegados entre las páginas. Los subió a lo alto de la torre; todavía se conserva la cuerda, y los peldaños rotos. Todavía hay una silla desfondada, junto a la ventana, y la ventana abierta, batiendo, con los vidrios rotos, y un panorama de millas y millas de páramo.

Hizo una pausa, como si se encontrara en lo alto de la torre, mirando por la ventana que batía.

-Pero no pudimos -dijo- encontrar el telescopio.

En el comedor, a sus espaldas, el sonido de platos entrechocando aumentó. Pero la señora Ivimey, en la terraza, parecía intrigada por no haber podido encontrar el telescopio en la vieja casa.

-¿Y por qué buscabas un telescopio? -le preguntó alguien.

Riendo, la señora Ivimey repuso:

-¿Por qué? Pues porque si no hubiera habido un telescopio, yo no estaría ahora sentada aquí.

Y ciertamente ahora estaba sentada allí, mujer de media edad y buen porte, con algo azul sobre los hombros.

Volvió a hablar.

-Tuvo que ser allí, porque me contó que todas las noches, cuando los viejos ya se habían acostado, se sentaba ante la ventana, para mirar las estrellas con el telescopio. Júpiter, Aldebarán, Casiopeya.

Agitó la mano hacia las estrellas que comenzaban a aparecer sobre las copas de los árboles. La noche se estaba oscureciendo. Y el foco parecía más luminoso, barriendo el cielo, deteniéndose aquí y allá para contemplar las estrellas.

-Y allí estaban -prosiguió- las estrellas. Y se preguntó, mi bisabuelo, aquel muchacho: ¿Qué son? ¿Para qué están? ¿Quién soy yo? Como solemos hacer cuando estamos solos, sin nadie con quien hablar, mirando las estrellas.

Guardó silencio. Todos miraron las estrellas que estaban surgiendo de la oscuridad, encima de los árboles. Las estrellas parecían muy permanentes, muy inmutables. El rugido de Londres se alejó. Cien años parecían nada. Tenían la impresión de que el muchacho contemplaba las estrellas con ellos. Tenían la impresión de estar con él, en la torre, mirando las estrellas, encima de los páramos.

Entonces una voz a sus espaldas dijo:

-Efectivamente. Viernes.

Todos se volvieron, rebulleron, se sintieron situados de nuevo en la terraza.

La señora Ivimey murmuró:

-Sí, pero no había nadie que pudiera decírselo a él.

La pareja se levantó y se fue.

-Estaba solo -prosiguió la señora Ivimey-. Era un hermoso día de verano. Un día de junio. Uno de esos días de verano perfectos, en que todo, en el calor, parece estarse quieto. Estaban las gallinas picoteando en el patio de la casa de campo; el viejo caballo pateando en el establo; el viejo dormitando junto al vaso. La mujer fregando platos en la cocina. Quizá de la torre cayó una piedra. Parecía que el día nunca fuera a terminar. Y el muchacho no tenía a nadie con quién hablar, y nada, absolutamente nada que hacer. El mundo entero se extendía ante él. El páramo subía y bajaba; el cielo se unía al páramo; verde y azul, verde y azul, para siempre, eternamente.

En la penumbra, podían ver que la señora Ivimey se apoyaba en la baranda, con la barbilla en las manos, como si contemplara el páramo desde lo alto de una torre.

-Nada, salvo páramo y cielo, páramo y cielo, siempre, siempre -murmuró.

Entonces la señora Ivimey efectuó un movimiento como si colocara algo en la debida posición.

-Pero, ¿qué aspecto tenía la tierra, vista a través del telescopio? -preguntó.

Efectuó otro rápido y leve movimiento con los dedos, como si diera la vuelta a algo.

-Lo enfocó -dijo-. Lo enfocó hacia la tierra. Lo enfocó en la oscura masa de un bosque, en el horizonte. Lo enfocó de manera que pudiera ver... cada árbol... cada árbol aisladamente... y los pájaros... alzándose y descendiendo... y la columna de humo... allá... entre los árboles... Y después... más bajo... más bajo... (la señora Ivimey bajó la vista)... allí había una casa... una casa entre los árboles... una casa de campo... se veían los ladrillos por separado, cada uno de ellos... y los toneles a uno y otro lado de la puerta... con flores azules, rosadas, hortensias quizá... -Hizo una pausa... -Y entonces de la casa salió una muchacha... que llevaba algo azul en la cabeza... y se quedó allí... dando de comer a los pájaros... palomas... que acudían revoloteando a su alrededor... Y entonces... mira... Un hombre... ¡Un hombre! Apareció por la esquina de la casa. ¡Cogió a la muchacha en sus brazos! Se besaron... se besaron.

La señora Ivimey abrió los brazos y los cerró como si estuviera besando a alguien.

-Era la primera vez que el muchacho veía a un hombre besar a una mujer -a través del telescopio-, a millas y millas de distancia, en el páramo.

Alejó de sí algo, probablemente el telescopio. Y quedó sentada, con la espalda muy erguida.

-Y el muchacho bajó corriendo la escalera. Corrió a través de los campos. Corrió por senderos, por la carretera, a través del bosque. Corriendo recorrió millas y millas, y en el preciso instante en que las estrellas comenzaban a aparecer sobre los árboles, llegó a la casa... cubierto de polvo, chorreando sudor...

Se calló como si estuviera viendo al muchacho.

-Y entonces, y entonces... ¿qué hizo? ¿Qué dijo? ¿Y la chica...? -así apremiaron los presentes a la señora Ivimey.

Un haz de luz quedó proyectado sobre la señora Ivimey, como si alguien hubiera enfocado sobre ella la lente de un telescopio (eran las fuerzas aéreas, buscando aviones enemigos). Se había puesto en pie. Llevaba algo azul en la cabeza. Había alzado una mano como si estuviera ante una puerta, pasmada.

-Bueno, la muchacha... Era... -dudó, como si se dispusiera a decir "era yo". Pero recordó; y se corrigió.

-Era mi bisabuela -dijo.

Se volvió en busca de su echarpe. Se encontraba en una silla, detrás de ella.

-Pero, ¿y el otro hombre? ¿El hombre que salió de la esquina? -le preguntaron.

-¿Aquel hombre? Oh, aquel hombre -murmuró la señora Ivimey, interrumpiéndose un instante para modificar la posición del echarpe (el foco había abandonado la terraza)- supongo que desapareció.

-La luz -añadió mientras cogía sus cosas- sólo incide aquí y allá.

El foco acababa de pasar. Ahora daba en el llano terreno de Buckingham Palace. Y había llegado el momento de ir al teatro.


Virginia Woolf

6.12.07

Un resumen

[Cuento. Texto completo]
Virginia Woolf




Como sea que dentro de la casa hacía calor y las estancias estaban atestadas, como sea que en una noche como aquélla no había riesgo de humedad, como sea que los farolillos chinos parecían pender como frutos rojos y verdes, en el fondo de un bosque encantado, el señor Bertram Pritchard llevó a la señora Latham al jardín.


El aire libre y la sensación de hallarse fuera de la casa dejaron un tanto desorientada a Sasha Latham, la alta y hermosa señora de aspecto algo indolente, la majestad de cuya apariencia era tan grande que poca gente llegó a advertir que se sentía totalmente incapaz y torpona, cuando tenía que decir algo, en una reunión. Pero así era; y Sasha Latham se alegraba de hallarse en compañía de Bertram, de quien cabía esperar, sin la menor duda, que hablara sin cesar, incluso al aire libre. Si se escribiera lo que Bertram decía, resultaría increíble, ya que, no sólo todo lo que decía resultaba, en sí mismo, carente de sentido, sino que además no había relación alguna entre sus diferentes observaciones. En verdad, si una hubiera cogido un lápiz y hubiera escrito textualmente sus palabras -y lo que decía en el curso de una noche hubiera bastado para formar un libro-, nadie osaría dudar, al leerlo, de que el pobre hombre era un deficiente mental. Y no era éste el caso, ni mucho menos, por cuanto el señor Pritchard gozaba de prestigio en su calidad de funcionario público y era Compañero de la Orden del Baño. Pero resultaba todavía más raro que gozara de casi universales simpatías. Había en su voz un matiz, cierto enfático acento, un esplendor en la incongruencia de sus ideas, como una emanación surgida de su cara regordeta y morena, de su figura de petirrojo, algo inmaterial e inaprehensible, que existía y florecía y se hacía notar por sí mismo, con independencia de sus palabras, e incluso, a menudo, en oposición a ellas. Por esto Sasha Latham se dedicaba a pensar -mientras el señor Pritchard parloteaba acerca de su visita a Devonshire, acerca de posadas y posaderas, acerca de Eddie y Freddie, acerca de vacas y viajes nocturnos, de nata y estrellas, acerca de los ferrocarriles europeos y de Bradshaw, de pescar bacalaos, resfriados, la gripe, reumatismo y Keats-, Sasha pensaba en él, en abstracto, considerándolo persona cuya existencia era buena, creándolo, mientras él hablaba, a guisa de ser diferente de su habla, y éste era ciertamente el auténtico Bertram Pritchard, aunque nadie pudiera demostrarlo. Cómo podía una demostrar que Bertram Pritchard era un leal amigo, dotado de gran comprensión y... pero en este momento, como tan a menudo le ocurría cuando hablaba con Bertram Pritchard, Sasha se olvidó de su existencia, y comenzó a pensar en otro asunto.



Sasha pensaba en la noche, después de haber conseguido concentrarse un poco, y con la vista en el cielo. De repente olió a campo, la sombría quietud de los campos bajo las estrellas, pero aquí, en el jardín trasero de la señora Dalloway, en Westminster, la belleza la emocionaba, debido a que Sasha Latham había nacido y se había criado en el campo, probablemente por contraste. Allí el aire olía a heno, y había, a sus espaldas, estancias repletas de gente. Paseó al lado de Bertram. Sasha caminaba de manera algo parecida al paso de los ciervos, con una leve flojera en los tobillos, abanicándose, mayestática, silenciosa, atentos todos sus sentidos, aguzado el oído, olisqueando el aire, como si fuera un ser salvaje, aunque con perfecto dominio de sí mismo, gozando de la noche.



Esto, pensó, es la mayor maravilla, el supremo logro de la raza humana. Por una parte, hay mimbrales y rudimentarias barquichuelas navegando por pantanosas aguas, y por otra está esto. Y pensó en la casa seca, de gruesos muros, bien construida, con valiosos objetos en su interior, con el murmullo de hombres y mujeres que se acercaban los unos a los otros, que se alejaban los unos de los otros, que intercambiaban opiniones, y que se estimulaban recíprocamente. Y Clarissa Dalloway había hecho lo preciso para que aquello surgiera en los eriales de la noche, y había puesto planas piedras formando un sendero sobre la tierra, y, cuando llegaron al final del jardín (en realidad era muy pequeño), y ella y Bertram se sentaron en sendas tumbonas, Sasha miró la casa con veneración, con entusiasmo, como si la hubiera atravesado un eje de oro en el que se formaron lágrimas que cayeron en profunda acción de gracias. Sasha, a pesar de ser tímida, y casi incapaz de decir algo, cuando de repente le presentaban a alguien, pese a ser fundamentalmente humilde, sentía una profunda admiración hacia todos los demás. Ser ellos sería maravilloso, pero estaba condenada a ser ella misma, y lo único que podía hacer, a su manera silenciosamente entusiasta, sentada allí, en el jardín, era aplaudir el trato social de la humanidad, del que ella estaba excluida. Retazos de poesías en loa de la gente acudían a sus labios; la gente era adorable, buena, y sobre todo valiente, y triunfaba sobre la noche y los fangales, eran todos supervivientes, eran la compañía de aventureros que, asediados de peligros, se hace a la mar.



Por maligno capricho del destino, ella no podía participar, pero sí podía estar sentada y loar, mientras Bertram parloteaba, por ser uno de los viajeros, quizá mozo de camarote o marino simplemente, un ser que se subía a los mástiles, silbando alegremente. Mientras pensaba esto, la rama de un árbol ante ella quedó empapada y rezumante de su admiración por la gente dentro de la casa; y goteó oro; o se puso erecta, en centinela. Formaba parte de la valiente y arremolinada compañía, como un mástil en el que ondeaba una bandera. Había una barrica junto a un muro, y también a la barrica infundió Sasha alma.



De repente, Bertram, que era hombre físicamente inquieto, quiso explorar los contornos, y, poniéndose de un salto sobre un montón de ladrillos, miró por encima del muro del jardín. Sasha también miró. Vio un balde o quizás una bota. En un segundo la ilusión se esfumó. Una vez más, allí estaba Londres, el vasto e inatento mundo impersonal, autobuses, negocios, luces ante los bares y policías bostezando.



Habiendo satisfecho su curiosidad, y después de haber vuelto a llenar, gracias a un momento de silencio, sus burbujeantes depósitos de palabras, Bertram invitó al señor y a la señora Nosecuántos, a sentarse con ellos, arrastrando al efecto dos tumbonas más. Volvieron a sentarse, mirando la misma casa, el mismo árbol, la misma barrica, aun cuando, después de haber mirado por encima del muro y de haber vislumbrado el balde, o, mejor dicho, Londres viviendo indiferente, Sasha ya no podía cubrir el mundo con aquella vaporosa nube de oro. Bertram hablaba y los nosequé -aunque le fuera la vida, Sasha no podía recordar si se llamaban Wallace o Freeman- contestaban, y todas sus palabras cruzaban una sutil neblina de oro e iban a parar a la prosaica luz del día. Sasha miró la seca y gruesa casa Reina Ana, hizo cuanto pudo para recordar lo que había leído en la escuela acerca de la Isla de Thorney y de los hombres en piragua, y de las ostras, y de los patos salvajes y de las nieblas, pero la casa no le pareció más que un lógico asunto de desagües y carpinteros, y la fiesta nada, sino gente vestida de gala.



Entonces Sasha se preguntó cuál de las dos visiones era la verdadera. Podía ver el balde, y podía ver la casa, mitad iluminada, mitad a oscuras.



Formuló la pregunta a aquel nosequé a quien Sasha había construido, a su humilde manera, utilizando al efecto la sabiduría y el poderío de cuantos no eran ella. A menudo, recibía las contestaciones de manera puramente accidental, casos hubo en que su viejo perro spaniel contestó por el medio de menear la cola.



Ahora el árbol, despojado de sus oros y de su majestad, pareció darle una respuesta; se convirtió en un árbol de campo, el único en un páramo. Sasha lo había visto a menudo, había visto nubes matizadas de rojo, por entre sus ramas, o la luna quebrada, lanzando irregulares destellos plateados. Pero, ¿la respuesta? Pues bien, que el alma -por cuanto Sasha notaba que en ella se movía un ser que iba de un lado para otro y que intentaba escapar, ser al que, con carácter provisional, denominaba alma- es por esencia desaparejada, un pájaro viudo, un pájaro solitario posado en aquel árbol.



Pero entonces Bertram, cogiendo del brazo a Sasha, con la familiaridad habitual en él, ya que no en vano eran amigos de toda la vida, observó que no estaban cumpliendo con sus deberes, y que debían entrar en la casa.



En aquel instante, en alguna calleja o bar, sonó la habitual voz terrible, asexuada e inarticulada; un chillido, un grito. Y el pájaro viudo, sobresaltado, emprendió el vuelo, describiendo círculos más y más anchos, hasta que se transformó (lo que ella llamaba su alma) en algo tan remoto como un grajo contra el que se ha lanzado una piedra y emprende asustado el vuelo.






Virginia Woolf

3.12.07

Lunes o martes

[Cuento. Texto completo]
Virginia Woolf


Perezosa e indiferente, sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda. ¿Un lago? ¡Quítale las orillas! ¿Una montaña? Sí, perfecto, con el oro del sol en las laderas. Cae desde lo alto. Helechos o plumas blancas, siempre, siempre...

Deseando la verdad, esperándola, destilando laboriosamente unas pocas palabras, deseando siempre (se inicia un grito a la izquierda, otro a la derecha; ruedas golpean divergentes; omnibuses se conglomeran en conflicto), deseando siempre (el reloj asevera con doce claras campanadas que es mediodía; la luz vierte escamas de oro; niños se arremolinan), deseando siempre verdad. Roja es la cúpula; de los árboles cuelgan monedas; el humo sale lento de las chimeneas; ladrido, alarido, grito. «Compro metal»... ¿Y la verdad?


Como rayos orientados hacia un punto, pies de hombres, pies de mujeres, negros o con incrustaciones doradas (Esa niebla... ¿Azúcar? No, gracias... La commonwealth del futuro), la luz del fuego salta y deja roja la estancia, salvo las negras figuras y sus ojos brillantes, mientras descargan una camioneta fuera, la señorita Thingummy sorbe té en su mesa escritorio, y las vitrinas protegen abrigos de pieles.


Cacareada, leve cual hoja, rizada en los bordes, pasada por las ruedas, plateada, en casa o fuera de casa, reunida, esparcida, derrochada en diferentes platillos de la balanza, barrida, sumergida, desgarrada, hundida, ensamblada... ¿Y la verdad?


Recordar ahora junto al fuego del hogar la blanca plaza de mármol. De las profundidades de marfil se alzan palabras que vierten su negrura, florecen y penetran. El libro caído; en la llama, en el humo, en las perecederas chispas; o ya viajando, la bandera en la plaza de mármol, minaretes debajo y mares de la India, mientras los espacios azules corren y las estrellas brillan... ¿la verdad?, o bien, ¿satisfacción con su proximidad?


Perezosa e indiferente la garza regresa; el cielo cubre con un velo sus estrellas; las borra luego.



Virginia Woolf.

21.11.07

El Nombre

Grito tu nombre de mil formas distintas
Se apoderó de mí una obsesión
Es mi demonio urgente que reaparece

Grito tu nombre entre la multitud
Y parece estar sorda
Mi voz rebota en el cemento frío

Grito tu nombre
Los ojos no miran a los ojos
En el mar de gente me ahogo

Entonces grito tu nombre en el campo
Es mi demonio desesperado insistiendo
No tiene calma, y allí, nada
Se diluye, se pierde en la inmensidad

Grito tu nombre, grito tu nombre
Ya no hay gente ni campos
Estás en todas partes y no estás
Estás en todas partes y no estás

Tus oídos siguen cerrados
Solo quedo yo y mi voz
Es mi ángel solitario
Que grita tu nombre de mil formas distintas

Estás en todas partes y no estás.

18.11.07

Pesadilla

En cada temporada de huracanes la pesadilla reaparece.

Tu amor es de arenas movedizas.
Lejos de pantanales nací
Ni de tierras ni de cielos es mi espacio
En el éter suspendida, tras el horizonte
Ajena de nubes,
Lívida a la espera de una oxigenada grieta.

Tu amor es de arenas movedizas que huelen a sangre.
Competencia de venenos, quizás allí.
Sus armas son el conflicto inasible
No existe resolución en sí misma en ésta área
Solo el poder decidir alejarse, alejarse lo más lejos posible
Y retornar siquiera a una realidad tangible.

Tu amor es de arenas movedizas que huelen a sangre coagulada.
El asqueroso y nuevo Circo Romano
Carencias, miserias, por doquier se cristalizan.

Tu amor es de arenas movedizas que huelen a sangre coagulada putrefacta.
Allí, en ese rojizo fangal nada es lo que parece, ni tampoco aparece lo que es. Las apariencias están veladas.
Tendrás que develarte en soledad.

Cultivo de violencias
Sangre en las pantallas del nuevo Circo Romano
(con esa intención camuflada que huele a viejo)
Cuchillos hacen su trayecto en giros
Hasta incrustarse en el cristal trizado
Ahogo inevitable ante el hedor
El click salvador, el nuevo Cristo.

Mirá,
Allí están con su avidez de Avernos.
A la hora del Averno.
Ya, es la hora del Averno.

En llamas un cuerpo ardiendo
A la hoguera éste cuerpo está signado
Y los escalones guardan los secretos
Que estaban enterrados en la arena.

En cada temporada de huracanes, la pesadilla reaparece.



Respiro.

Acaricia pensamientos
Atraviesa las ventanas
de Sur a Norte,
Fresca la brisa
Al fin la inmortalidad
rellena pulmones
Ésta sensación es vaga y a la vez permanente
Acaricia rostros en constante oleada
Las canas murmuran, los cabellos danzan
Los poros se abren, extienden sus brazos
Se cierran mis ojos y también mi boca
Me torno permeable...
Se abren mis oídos
De ramas y hojas
Se cuela la música
Una paz inmensa se dice presente
Beber toda el agua para diluir me

Y en mis pensamientos
se instala un nombre.

10.11.07

Duelen las entrañas

Fede
Fede, te quiero
Fede, te quiero aquí, de éste lado
Fede, del que están las alas...

Fede, no naciste para fríos barrotes...
Naciste para que te amemos

Fede, lo hicimos todo mal
Fede, la culpa es nuestra
No nos perdones nunca
nos lo merecemos

Fede, te extraño
¿estás bien?
(seguro que no)
¿tenés ambre?
¿tenés frío?

Fede, quisiera estar adentro,
en tu corazón

Fede, llueve
llueve mucho

Fede, te amo
Te Amo con Toda mi pobre Alma
quiero estar con vos
del lado en que ahora estás.

Fede, ellos quieren que estés solo
Fede, son malos, crueles

Fede sangre de mi sangre
siempre a tu lado
y tuya.

Fede, mi ángel...
otro ángel te protegerá.

25.10.07

silencio, silencio, silencio

a la espera, acechando

y en la ante-sala del silencio
siempre hay una emoción

devienes tras lo prolongado
y entonces

El mundo se detiene

(esa noche después de que apagaron las luces
ejecutó su plan)

nada contamina más que la propia soledad,
su relato es más que crudo,
un lugar de desesperación y desesperanza

sin embargo no es la última palabra
ni tampoco el último silencio

22.10.07

Empatía ll

Amiga, a veces ocurren
éstas cosas
extrañas en mi vida:

el lento brote
y descenso
de dos lágrimas
porque sé que estás felíz

entoces, dos lágrimas de alegría
también van para vos.

Hay mucho sentimiento
y varios años, aquí.

(cosas de la amistad... 12:03)

16.10.07

Corazón de Luz y Sombra


Foto Neuropsiquátrico-Córdoba

7.10.07

Muerte

Quiero tenerte en mi boca
saborearte, masticarte, tragarte, digerirte

Saberte, muerte

Quiero tenerte en mis labios
rozarte, susurrarte, hablarte, gritarte

Quiero tenerte en mi cuerpo
y que tus secos sonidos
me penetren

Quiero cerrar los ojos
y entregarme
como nunca pude hacerlo

Y derramar el dolor sobre tu piel
para que sientas lo que siento

Como el mejor de los antídotos
como la última opción

Quiero saberte, muerte
dentro, en mis entrañas.

2.10.07

Lejos de Casa.








No me busquen
estoy lejos de casa,
no despierten sus voces que amenazan.
Allá dejamos los vidrios parpadeando
y al niño, anciano.

No susurren
estoy lejos de casa
ya detuve
las tardes que se hamacan.
Allá dejamos
el huracán callando
el muro y el disparo.

No me voy a llevar
el amargo amor
ni los pasos del que muerto está.

Sólo voy a guardar
unas cuerdas viejas
para música nueva.

No me busquen
estoy lejos de casa,
puentes crujen
hundidos en el agua.
Allá dejamos
los libros naufragando
los panes del amparo.

No me voy a llevar
el amargo amor
Ni los pasos del que muerto está.
Sólo voy a guardar
unas cuerdas viejas
para música nueva.

Roxana Amed.

28.9.07

Diferente





Naciste diferente
solo dueño de tus huesos
y diferentes fantasmas pidiendo
por una nueva casa y una nueva canción.
Vinimos diferentes
la piel sin leer, maldita o encantada
y una diferente verdad susurrando
acerca de un dios diferente y un corazón diferente.
Diferente es libre del pasado
diferente es la bandera de los valientes
diferente es ser uno y estar solo
como el titilar de una estrella.
Diferente naciste
de ese vientre infernal
sangre huérfana y libre
de las sangres malditas o santas que traes.
Vinimos diferentes
engañosa igualdad
ni siquiera en la muerte
caeremos igual.
Diferentes puertas que abrir
diferentes pies para andar
diferente cuna al nacer
diferente la tumba también.
ROXANA AMED.
(Eternamente agradecida a Roxana Amed por su enorme generosidad en la traducción de la letra. Un abrazo Roxana!)

20.9.07

La pequeña Urna.


Si de algo estaba segura era de que los nervios de mi madre nada tendrían que ver con los míos.
Lo esperábamos a las nueve de la noche.
Mamá me había hecho poner el vestido insólito (estaba estampado con etiquetas de cigarrillos) y sacó los platos de la abuela, los que tienen el borde dorado.
-Vas a ver que buen mozo que es -me decía mamá-.
Eran las nueve menos cuarto y ya no dábamos más de los nervios.
El ni siquiera miraría el vestido nuevo y menos aún el borde dorado de los platos de la abuela.


(Siempre me he preguntado de dónde infería mamá semejantes ocurrencias, agudas y totalmente erradas, acerca de los gustos e intereses de los hombres)


Él, en realidad venía a guerrear conmigo, y yo estaba preparada para guerras. Y eso, precisamente, era lo que a mi madre ni se le asomaba por la cabeza, como tampoco que él y yo ya nos habíamos cruzado en un bar.
Pobrecita ella; luego presenciaría algo desagradable (penoso)
El y yo cargábamos con nuestras propias demencias, cosa que mamá también ignoraba.

El detestaba el humo del cigarrillo y en casa éramos todos “fumadores”, excepto yo que era fumadora pero “compulsiva”, por lo que mi madre me había estado sermoneando en vano, con el fin de apaciguar aquello tan inevitable en mí. Las palabras entraban, y así como entraban salían. (Sin embargo ella... solía “consentirme finalmente”.)
Había albergado la esperanza de que no viniera. Pero desgraciadamente llegó, y puntualmente.
Nos sentamos a la mesa. Yo encendí mi primer cigarrillo, y tal como lo haría una buena anfitriona, le dirigí mis primeras palabras:
-No sé si sabías que en mí se esconde una asesina serial en potencia. (mientras yo exhalaba el humo en su cara)
Él me miró fijamente. Ya me había traspasado, ya me odiaba pero no por mis palabras, sino por el humo. Su silencio era estruendoso, más aún que el de mamá.
Finalmente abrió la boca y dirigiéndose a mi madre le dijo:
-No sé como soportan semejante tufo, tan pero tan nauseabundo. Mientras con cara de asco cacheteaba el aire frente a su nariz. A lo que yo, inmediatamente encendí mi segundo cigarrillo, y acoté: -¡Bueno!, eso de “soportar” y “lo del olor nauseabundo”, es relativo...
Sus músculos se inmovilizaron. Giró su mirada de repente y la clavó en mí, ésta vez con más odio.

Esa noche me di cuenta de que antes de abrir la boca, entiéndase “hablar”, hay que tener mucho cuidado.


(Yo nunca he llegado a comprender a aquellos hombres que aborrecen el tabaco, ya que es mi creencia, que el tabaco y su aroma es algo que agrada más a hombres que a mujeres y que incluso, en aquellos que observan a una mujer fumando, les provoca una cierta sensualidad..., pero éste no era el caso)


Encendí mi tercer cigarrillo. Su odio me incomodaba...
Atónito, dirigió su mirada al humo que yo exhalaba. Vi que su boca estaba rígida, entreabierta.

-En fin, Dra... ASÍ FUÉ. Es todo lo que recuerdo; aunque conservo además una imagen de mamá con una pequeña “urna” entre sus manos.
-A veces lo potencial se convierte en un contundente acto. (dijo)

En ritual, comencé a sacar cenizas de una pequeña urna, para el armado de un cigarrillo.
Lo encendí.
Con extraño placer comencé a succionarlo.
Exhalé el humo en dirección a la cara de mi Dra.
Ella me miró con cierto estupor y tristeza.
Luego, dijo:
-Hasta aquí hemos llegado por hoy.

La vi alejarse, y traspasar las puertas de la penitenciaría.

17.9.07

Abandono



hay días en que me abandono
me dejo sola entre la multitud inanimada
así necesito estar, en algunos días
me convierto en fantasma de mis sombras
un impulso extraño me lleva a la deriva
me dejo, me dejo sola

un ángel a veces me observa, a veces me guía
me gusta el ángel, que antes era mi demonio
ahora restaura mi alma, antes destruyó mi cuerpo

algún día seremos libres

hay días en que me abandona
me deja sola
y otro impulso extraño me lleva a la deriva
me resisto, hago lo posible
pero siempre gana

un demonio me observa
me ordena lo que intento no cumplir
me gusta el demonio que destruyó mi cuerpo,
que antes era mi ángel
ahora restaura lo que el ángel destruyó

y algún día seré libre...

me gusta el ángel y el demonio
porque se camuflan y me engañan...

hay días y días
-de incertidumbre-

noches y noches
-de insomnios-

me abandono
me dejo sola
entre la multitud inanimada.

28.8.07



se vuelan las noches

se estancan los días
tiempos y espacios me atraviesan

ahí está la anciana
allí se eternizan
desde aquí la miro
y aquí me eternizo

comulgo con todos

me llueven los días
me llueven las noches

aquí es donde el reloj se detiene

aquí me detengo...

allá está la muerte.

21.8.07

Belicosidad


cuerpos destilan tristezas
fugitiva de los días
condenada espera
la nariz tapada, la boca también
bosques en penumbras
selvas oscuras
ojos más que abiertos
insomnio irritante
el sol que no sale
dolores ajenos
felicidades muertas
la luna vigila

demasiada luz
hartante cansancio
se cierran los ojos
perdida en tinieblas
en noches enteras
ni alcohol
ni pastillas
piel desnuda
grita
se ahoga

destino unitario
los pares no existen
siempre hay intereses en las entrelíneas
se torna vulgar lo incondicional
rarezas alunizan y cavan muy hondo

palabras que calan palabras
la belicosidad se acerca.

3.8.07

Pequeño Ser

que fugaz fue tu pasaje en mi vida

pequeño ser
vestido gris

tenías hambre
tenías frío
tenías sueño

acurrucada en mis piernas
ronroneabas temblorosa

bendito ser, necesitabas cariño

solo unas horas estuvimos
y transcurrió toda una vida

bendito parque...
Maldita Avenida

pequeño cuerpo surcado por ruedas
huesos y excrementos a la vista
quedaste inmóvil, adormecida, inválida

hasta tu ultimo suspiro
luchaste por tu vida
(cosa que yo no podría)

me clavaste los colmillos
sabías de mi ayuda al veterinario
para tu sacrificio

sangraron dos agujeros de mi palma
mi sangre se confundió con la tuya
sobre el pelambre gris muerte

el émbolo de la jeringa...

me impresionó
el abrupto pasaje de la vida a la muerte

tus ojos iluminados se fueron cerrando
tu piel se encogió, parecías momia

las manos llenas de sangre...
los ojos llenos de lágrimas...


y yo un trapo de piso con una curita.

2.8.07

Un montón de nubes
como si nada
nos observan a todos parados sobre la flor.

Como si nada...
Todos parados...

Un montón de flores
como si nada
nos observan a todos sentados sobre la nube.

Todos sentados...

Nubes, flores, todo
como si nada...

Observan...

Y todo pasa.

21.7.07



Hay días en que me abandono,
me dejo sola entre la multitud inanimada

En algunos días así necesito estar...
En fantasma de mi sombra me convierto
Un impulso extraño me lleva a la deriva
Y yo me dejo, me dejo sola.

A veces un ángel me observa, a veces me guía

Me gusta el ángel... que antes era mi demonio.

Ahora restaura mi alma, antes destruyó mi cuerpo.

Algún día seremos libres...

Hay días en que me abandona, me deja sola.

Y otro impulso extraña me lleva a la deriva

Yo me resisto, hago todo lo posible
pero siempre me gana.

A veces un demonio me observa, me ordena lo que intento no cumplir
Me gusta el demonio que destruyó mi cuerpo, que antes era mi ángel
Ahora restaura lo que el ángel destruyó.


Y algún día seré libre...


Me gusta el ángel y el demonio

porque se camuflan y me engañan


Hay días y días de incertidumbre...

Noches y noches de insomnios...

Me abandono, me dejo sola entre la multitud inanimada.

27.6.07

Guerra sin Fin

-¿A dónde vas?
- Hacia el cementerio de flores
- Y, ¿puedo ir con vos?
- No
- ¿Por qué?
- Porque nunca fuiste una. Pero hay otros a los que podrías ir...
- ¿Y me acompañarías?
- Nunca
- ¿Por?
- Porque en soledad es la condición para los tuyos.
- Sos contradictoria, además de egoísta.
- Ves?
- Qué?
- No sos una
- Y por qué?
- Tu mirada está puesta en ellas. Y para serlo, hay que ser ciega, solitaria, valiente y jamás haber visto una.
Yo sí, porque huelo su putrefacción y he escuchado sus crujidos, cuando alguna vez las pisé. Y sobre todo... porque puedo imaginarlas sin haberlas visto nunca.
- Estás loca.
- No lo sé. Soy una criminal, arrepentida. Y el arrepentimiento en cada aurora es más intenso.
Por eso voy a éstas horas, para no olvidar las que imaginé.
- Estás re-loca.
- No más que vos. Yo las imagino y vos las juzgás sin haberlas olido ni escuchado.
Entonces... ¿ Por qué querrías acompañarme?
- Porque estoy oliéndote y escuchándote, para enterrarte luego.
- Si te dejo acompañarme... no sé quien enterraría primero a quien.
- Estamos hasta el cuello.
- Y el agua pronto nos pudrirá para que puedan olernos.
- Y luego el sol nos resecaría para que otras nos pisen...
- Me acompañás al cementerio?
- Mmm, no sé

31.5.07

Voltaire.Historia de un buen brahmín. Cuento

Voltaire
Francia: 1694-1778

Historia de un buen brahmín. Cuento.


En el curso de mis viajes tropecé con un viejo brahmín, hombre de muy buen juicio, lleno de ingenio y muy sabio; además, era rico, y por lo tanto su juicio era aún mejor; pues, al no carecer de nada, no tenía necesidad de engañar a nadie. Su familia estaba muy bien gobernada por tres hermosas mujeres que se esforzaban por complacerlo; y cuando no se distraía con mujeres, se ocupaba de filosofar.

Cerca de su casa, que era bella, bien adornada y rodeada de jardines encantadores, vivía una vieja india beata, imbécil y bastante pobre.

Cierto día el brahmín me dijo:

-Quisiera no haber nacido.

Le pregunté por qué. Me respondió:

-Hace cuarenta años que estudio, y son cuarenta años perdidos; enseño a los demás y yo lo ignoro todo: esta situación hace que mi alma se sienta tan humillada y asqueada que la vida me resulta insoportable. He nacido, vivo en el tiempo y no sé lo que es el tiempo; me encuentro en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo ni la menor idea de la eternidad. Estoy compuesto de materia; pienso, y jamás he podido llegar a saber lo que produce el pensamiento; ignoro si mi entendimiento es en mí una simple facultad, como la de andar o la de digerir, y si pienso con mi cabeza como cojo las cosas con mis manos. No solamente me es desconocido el principio de mi pensamiento, sino que incluso el principio de mis movimientos me es igualmente ignorado: no sé por qué existo. Sin embargo, todos los días me hacen preguntas acerca de todos esos mundos; y hay que responderlas; no tengo nada interesante que decir; hablo mucho, y después de haber hablado me quedo confuso y avergonzado de mí mismo.

"Lo peor es cuando me preguntan si Brahma fue producido por Visnú o si los dos son eternos. Dios es testigo de que no sé ni una palabra de todo eso, y bien que se ve por mis respuestas. '¡Ah, reverendo padre! (me dicen), explícanos cómo el mal inunda toda la tierra.' Mi ignorancia es igual a la de los que me formulan esta pregunta; a veces les digo que en el mundo todo va del mejor modo posible; pero los que se han arruinado o han sido mutilados en la guerra no me creen, y yo tampoco me lo creo; me retiro a mi casa abrumado por mi curiosidad y mi ignorancia. Leo nuestros antiguos libros y ellos espesan todavía más mis tinieblas. Hablo con mis compañeros: los unos me responden que hay que gozar de la vida y burlarse de los hombres; los otros creen saber algo y se pierden en ideas extravagantes; todo aumenta el sentimiento doloroso que experimento. A veces estoy a punto de caer en la desesperación cuando pienso que, después de tanto estudiar, no sé ni de dónde vengo, ni lo que soy, ni adónde iré, ni lo que será de mí."

El estado de este buen hombre me causó verdadera pena: nadie era más razonable ni más sincero que él. Comprendí que cuantos más conocimientos tenía en su cabeza y más sensibilidad en su corazón, más desgraciado era.

Aquel mismo día vi a la vieja que vivía cerca de su casa; le pregunté si alguna vez se había sentido afligida por no saber cómo estaba hecha su alma. Ella ni siquiera comprendió mi pregunta: en toda su vida nunca había reflexionado ni un momento acerca de una sola de las cuestiones que torturaban al brahmín; creía con toda su alma en las metamorfosis de Visnú, y con tal de poder tener de vez en cuando agua del Ganges para lavarse, se consideraba la más feliz de las mujeres.

Impresionado por la dicha de aquella pobre mujer, volví a visitar a mi filósofo y le dije:

-¿No le avergüenza ser desgraciado cuando a su puerta hay una vieja autómata que no piensa en nada y que vive contenta.

-Tiene usted razón -me respondió-; cien veces me tengo dicho que yo sería feliz si fuese tan necio como mi vecina; sin embargo, no quisiera semejante felicidad.

Esta respuesta de mi brahmín me produjo mayor impresión que todo lo demás; me examiné a mí mismo y vi que, en efecto, no quisiera ser feliz a condición de ser imbécil.

Propuse el dilema a unos filósofos, que fueron de mi misma opinión.

Y no obstante -decía yo-, hay una escandalosa contradicción en esta manera de pensar; porque, al fin y al cabo, ¿de qué se trata? De ser feliz. ¿Qué importa tener talento o ser necio? Todavía hay más: los que están satisfechos de cómo son, están muy seguros de estar satisfechos; los que razonan, no están tan seguros de razonar bien. Está, pues, bien claro -decía yo- que habría que aspirar a no tener sentido común, por poco que este sentido común contribuya a nuestra infelicidad. Todo el mundo fue de mi parecer, y sin embargo no encontré a nadie que quisiera aceptar el trato de convertirse en imbécil para vivir contento. De lo cual deduje que, aunque apreciamos mucho la felicidad, aún apreciamos más la razón.

Pero, después de haber reflexionado sobre el asunto, me parece que preferir la razón a la felicidad es ser muy insensato. ¿Cómo, pues, puede explicarse esta contradicción? Como todas las demás. Hay aquí materia para hablar muchísimo.

16.5.07

Punto de Fuga


Así es la vida…


Con mil fantasmas que nos persiguen, con la incoherencia en pasos falsos, con tantas calles sin salidas, con jugos gástricos que nos perforan, con demasiado aire irrespirable…con la orfandad de la simpleza.
La vida es así, un retorno eterno al “no sé qué”, un ir y venir sobre los propios pasos…
¿Un arribo a las ganas?
¿Una partida del fracaso?

Una vela encendida en el centro del tornado, un fósforo apagado en la habitación llena de gas, la nitroglicerina a punta de flecha, la flor que se marchita y conservamos.
Duende que juega y enloquece; escasez de afectos de otros tiempos; ruleta rusa, pisa pizuela.

Así es la vida, paraguas cerrado en plena lluvia, los pies descalzos a la intemperie, la casa sin techo ni cobijas, la mesa sin sillas y sin pan; las laceraciones sin sentido; el perdón que nunca llega; la ostia con la que no comulgo.

La vida es así…
Una enorme añoranza de lo aún no nacido, un enorme recorrido de lo aún no construido; una puteada eterna hacia los cuatro vientos; desierto sin horizontes; cubo de vidrio.
Misterioso mapa genético
Los colmillos que se clavan en la palma.

Solo metáforas que lo dicen todo sin decir nada; palabras estaqueadas en la piel curtida; lo volátil que se vuelve piedra desde éste punto de fuga.

Así es la vida…
Con esa abundancia para el conflicto, con esa inercia para el choque, con esa continua insaciabilidad desgastante; con esa ceguera de almas castas.

Así es…
Con esas gotas de felicidad que se nos van entre los dedos, con esa inevitable sensación de lo efímero que nos deja con la boca abierta esperando más….y más… y más.

14.5.07

Cadaver Exquisito


¿La hoja tiene que ser un acordeón? te pregunto y me decís que sí... suena absurdo, pero no más absurdo que éste acto de escritura, triste y melancólico, acompañado por una música vieja y decadente como yo.
Mi pasado me aprisiona, mi presente me detiene y mi futuro se pierde en la niebla de todas mis incertidumbres y las tuyas, lágrimas acumuladas, dolientes sensaciones de abandono, gritos ahogados, miedo de vivir, miedo a morir antes de haber nacido, no quiero tener memoria, no quiero escuchar sonidos dolorosos.
Ya supe que el amor no existe, me lo dijo una amiga, me lo dijo una enemiga, me lo dijo mi intuición, y mi corta experiencia... ahoguemonos en el río de La Calera.

Quiero saber cuanta cantidad de sangre derramarán mis ojos y cuánto durará ésta agotadora somnolencia. Sangre que a gotas agotas cada mirada, tristeza anestesiada junto al cadáver.

Me vuelven los aires del pasado, la música, los lugares, sensaciones y hasta me tropecé con mi primer auto, todo reformado pero esencialmene el mismo, una vida se perdió por mi culpa y eso no me lo perdono, me condeno siempre me condeno, y mi vida se ha convertido en una ruleta rusa en donde espero siempre el impacto, sin darme cuenta vendrá y no lo sentiré... ojalá no haga estragos.

Anhelo la caricia de la simpleza sobre mi rostro, cara de cerebro ya destruido, de alma plomiza.
El amanecer novedoso de la sonrisa.


Amorseco / Heptaedra-Insect

1.5.07

LO QUE UNO NO SIEMPRE DICE...



Siempre digo (ufff, que reiterativa...) que los seres humanos somos la suma de muchas cosas.. Sentimientos, pensamientos, acciones, piel, huesos...y algunos aditamentos...


Somos diferentes (gracias a Dios!) y por eso, nuestra percepción de las circunstancias y momentos también son distintas (verdad perogrullesca) ... Lo que para mí es bueno, para otro quizás no lo sea, e inversamente. Y entre la gama de sentimientos=pensamientos=acciones, hay uno especialmente que me despierta.... mmm ..voy a ser elegante para decirlo... que me provoca mucha rabia, mucho dolor, mucha impotencia...


La pena, lástima, compasión...¿es un sentimiento legítimo, real, sincero? Veamos, y en el intento me transformo en el bandoneonista ciego de Carriego, que avizora verdades en sus dedos...Según yo pienso y siento, hay circunstancias en que ese "valor/disvalor" sí es legítimo, sí es real, sí es sincero. Ejemplo simplista el que ofrezco, [y que cualquier tribunal rechazaría como prueba esencial, por lo ridícula] ante un animalito herido, la compasión por su estado y el ánimo de ayudarlo brotan espontáneamente..


Hay otros momentos de la vida en que siento/sentimos, que esa palabra, o esa "palmadita en el hombro" o ese "intento de consuelo" es tan hipócrita, tan "de compromiso", que mejor no lo intentaran... Porque golpea en láminas de acero, fundidas en el crisol del escepticismo. Y uno silencia ese estado mineral, pero el estómago se sube a la garganta y la voz se estrangula en el reclamo. Y no dice nada. Y, contrariamente, da las gracias ejercitando los catorce músculos faciales ordenadamente...


Quizás se me han acelerado las terminales nerviosas, y por eso percibo lo que "noes".. (y si, así escrito [los teclados perciben estados de ánimo, por si no lo sabías]). Y confundo intencionalidades bienhechoras de llenar espacios/huecos (aguardandosucesosesencialesquesigeneransentimientosreales) [y otra vez no hay error] con sentimiento lastimero... O quizás, en esta avalancha de sentidos exacerbados, mi percepción es, apenas, el complemento de lo que nunca va a suceder, y me conformo (aunque me estalle el alma y se dilapiden los fragmentos en el aire) con ese simulacro de amistad=afecto...


Es tan complejo el ser humano que a veces rechazamos lo que anhelamos con todas nuestras fuerzas. Y en el anhelo, vamos dejando jirones de esperanzas, de sueños que alguna vez aletearon y hoy debieran ser cadáveres inholoros, pero laten ahi en el costado, a veces con más ritmo que el músculo cardíaco...


No sé [y quizás algun día un sicólogo lo explique mejor] el por qué me aferro a esto, que desde la víscera más íntima rechazo... No quiero la lástima, la compasión, la pena..y a la vez, me abrazo a ella... Como si fuera un salvavidas letal, que me consume...

28.4.07


Mi esencia es la densitud...
La llevo hasta en las uñas
Me detenga donde me detenga
formo agujeros negros
sí, creo universos
negros y paralelos
Resignificaría el ojo multicolor
dorando el incendio reflejado en la pupila
y esos universos se volverán
amarillos y oblicuos.

Aunque llevo sobre mis párpados
el sueño plomizo de mil bellas durmientes...
de tanto plomo,
tal vez levite

Y cuando vaya subiendo
se incendiarán mis anhelos
derritiendo ese pesado metal gris
y otros elementos de mi tabla periódica.

El gesto espontáneo,
al verme huye...
dejando mis pestañas petrificadas

Alma de libélula frustada,
globo deprimido,
alas mojadas.
Deseo escurridizo,
pasión anestesiada,
ilusión renovada,
malestar aniquilado.

No entran balas en los chalecos,
Yo no poseo uno.
Ella tampoco.



Amorseco / Heptaedra-Insect

Densitométrica Espera



Escribí un concepto, me decís, deslizándote como una boa, descenciendo por
ese árbol ya seco, resquebrajado de la ciencia, y ahora tengo que arreglármelas con tu idioma latino que me intranquiliza el alma. Ecos de carcajadas resuenan en mis oídos, intranquila humanidad, desolada calma que me encuentra recostada sobre éste colchón improvisado, con mis tintas y mis letras desencajadas como mi cerebro rebanado, enmarañado con las cáscaras de manzanas podridas, sumergido en la ediondez de tejido neuronal, incompleto y vacío estigma sangrante.


No sé por qué siempre me repito éstas frases, y todavía tengo las fuerzas para escuchar a esa señora de pelo blanco y vos tenue que me habla del Sr. Borges y sus ideas del tiempo.

A ésta hora de la tarde entra una luz pálida y ácida, de un espectro ansioso y sutil, que obnubila mis sentidos y acelera mis latidos con aire entrecortado.


La acidez quema las retinas...
Ya queda poco tiempo,
la cuenta es regresiva,
el fétido vapor y la inevitable ceguera.
(porque eres tú la niña de los mandados)
Pareciera que alguien está maquinando una catástofre,
es una incógnita,
es impactante y contundente
como ella y sus huesos

¿Será una de las tres incógnitas de aquél esquelético marco blanco?



Heptaedra-Insect / Amorseco.

Desnudando partes de la letra " O" (segunda vez)

Hoy tengo ganas de volver a postear éste texto antiguo.

Desnudando partes de la letra “O”.

"De como la rebuscadez se apoderó del alma" o "Pasaje de lo óptimo a lo pésimo " o "Cuidado que las apariencias engañan! " o " Doble o mejor dicho… triple Discurso”. (Cuantos " o " no?).


"Crear la intención"..., la música, la movilización, el encuentro, la comunicación, el reencuentro, las miradas, las fragancias y los labios. Agradable jardín de confortable valor, su alma es noble y hay pureza en el blanco crecimiento que trasciende. Sorprendida en habitar lo nuevo, lo abierto en el inusual dialogo afectivamente unificado, relajado e íntegro, la fluidez plena es espontánea; Comunidad transparente... une en la apertura e integra el unívoco afecto. Salud! Inmortal aire viviente, brisa renovada, fresca, oxigenada...Maravilloso Respiro. La calidez sincera en tierna precisión, la suave exactitud en la lenta compasión....sólo la sensibilidad que pudiera encontrarse en la pasión. Cálido es el vómito del sincero desalmado, tierno y ponzoñoso en su precisión extinguida, suave cizañero de exactitud decadente, lenta e inútil es su compasión oscura.... de sensibilidad nauseabunda...de pasiones deshabitadas. Un saludable odio hay en el inmortal desasosiego, un aire agresivo en la viviente carencia, la brisa mentirosa de la renovada ausencia, frescuras engañosas, oxígenos en represas... maravillosa envidia del respiro retenido. Éste fluir inasible, éste pleno de falleceres, éstos espontáneos imposibles en la comunidad enrarecida con transparentes "nuncas". Ésta unidad que asfixia, ésta apertura al olvido, la integridad desagradable, lo afectiva-mente cerrado en la universal manía. Sorprendida ante el horror que habita inmovilizando con cada nuevo espanto abierto a la intrascendencia. Inusual lamento dialogado por mortales afectiva-mente incómodos en la unificación destructiva...relajadamente tensos, integradamente muertos. Es la agradable frustración del jardín retorcido, el confortable desencanto del valor insoluble, el alma tediosa de noble estrangulamiento con su pureza ansiosa de crecimiento ahorcado, blanco intranquilo, trascendente sinsabor en el jardín retorcido. Creación terrorífica, intensamente cerrada, la música de lo horrendo que moviliza lo disociado; encuentros detenidos, comunicaciones confusas, reencuentros atrasados, miradas insatisfechas...son las fragancias de lo trabado, son labios desconectados. Son nuestras crueles realidades, nuestras almas al desnudo, nuestros nodos, nuestros nudos. Terriblemente cerrada, horrorosamente disociada, detenida en confusiones, atascada en insatisfacciones, totalmente trabada...anque desconectada. La frustración retorcida, el desencanto insoluble, el tedio, el estrangulamiento y la ansiedad ahorcándonos el intranquilo sinsabor vomitivo desalmado ponzoñoso extinguido cizañero decadente...inútil oscuridad nauseabunda deshabitando....odiado desasosiego agresor de las carencias, mentirosa ausencia, engañosa represa...sólo es la envidia retenida del inasible fallecimiento, del imposible enrarecimiento. Nunca la asfixia se olvidará de la desagradable cerradura maniaca. Horror inmovilizan-te. Espanto. Intrascendente lamento. La mortal incomodidad de lo destructivo y tenso de la muerte. Resta "crear la intención" pendiente.... aquella del agradable jardín de confortable valor, la novedosa pureza en el blanco crecimiento que trasciende.... crear la intencionalidad para la letra “O”.

26.4.07

Inercia

Hay momentos
en los que
una
cruza la calle
sin mirar...

12.4.07

Hola a todos. Errarum ya al primcipium...

Un saludo afectuoso y varios agradecimientos a quienes han tenido el gesto de invitarme a participar de estas 'Nadas' que solìa frecuentar asiduamente como lectora hedonista.
Mi tendencia de percibir el instante siguiente, hace que deba salvar un error que cometerè en el poema que viene, y que, como se sospecharà, no logrè eludir:
* Còncava, mi ofrenda es el torrente de brujas que acecha en la impudicia del cuello, y baja, hacia la doble ambrosìa de los pechos...

Dicho èsto, pasen ustedes còmodamente al cuerpo sideral de la poesìa.

11.4.07

Maduro obsequio de viernes

El tiempo esculpe la roca con sadismo de sable.
No digas que el amor todo lo puede,
hay una vastedad de cuerpo echada a las aves...

Admito que es tarde;
Còncava, mi ofrenda es el torrente de brujas
que acecha en la impudicia del cuello,
y baja
hacia la doble ambrosia del cuello
donde un rosario de mieles chorrea,
espejado afluente de la cadera.

Con la boca entreabierta, los hombros, la cabellera,
te obsequio esta anorexia de amor que me incendia las vèrtebras.
Toda una casta de marfiles, muslos y arcabuces
disparàndote al deseo.

Nodriza que mece el sillòn en la turbiedad del viernes,
espero.

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