nadas

22.1.09

Rehuyéronme las palabras I

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En el jardín donde ellas juegan el día está tan claro que pueden contarse las hojas de los árboles.

Las alegrías que tengo son variadas e infinitas como las hojas de éstos árboles, siendo algunas de un verde muy tierno y otras de un verde encendido y azul de fondo de mar.
Los pájaros atraviesan el espacio que hay entre cada árbol con indecisión intrépida de bañista. Los rosales están cubiertos de telarañas; no les tengo miedo. No les tengo miedo a las arañas en el jardín, les tengo miedo en los cuartos.

Salimos caminando juntas, abrimos el portón y salimos a pasear porque el jardín no nos alcanza para mover nuestro asombro, tenemos piernas ligeras como alas.
Hemos nacido en la alta casa anaranjada que en los días de tormenta brilla entre los árboles madurando un color rojo. Hemos jugado en el mismo jardín y estamos hermanadas por los mismos juegos detrás de lo mismos árboles. Nos hemos escondido en el mismo invernáculo que contiene plantas prisioneras entre los vidrios rotos.

Tenemos una calesita. Mi alegría dab vueltas vertiginosas con música de muchos colores el día que desempaquetaron la calesita. Tuvieron que armarla mientras yo esperaba la sorpresa en el otro extremo del jardín. Llegaban volando los papeles que la envolvían porque era un día de viento y no un día tranquilo como este. No se mueve una sola hoja. Llegaban volando los papeles hasta que llegó el último desplegando túnicas y alas como un mensajero muy blanco. Entonces mi nombre empezó a llenar el jardín. Todo el mundo me llamaba.
Los regalos me dolían en proporción a su tamaño, pero me acerqué buscando alivio.
La calesita parecía frágil y transparente como una lámina de papel.
No podía hacerla andar. No había música, no había vueltas vertiginosas ni caballos deslumbrantes. En cuanto yo subía a la calesita se desvanecía, en cuanto me bajaba de ella volvía a encontrarla con sus vueltas, sus músicas y mi anhelo por subirme.


Las dos casas y los dos jardines se daban la mano sobre la barranca, cerca del río. Una era la casa donde yo había nacido. Un edificio a medio construir lleno de peligros y de refugios. Un sin fin de escalones que bajaban apresuradamente la barranca, hasta el milagro del invernáculo.
Nubes oscuras con bordes rojos cubrían el cielo. Yo gritaba: "Quiero volver a mi casa", y un gran dolor me apretaba la garganta. En ese grito estaba encerrado el sufrimiento que me protegía. Tenía miedo del momento en que los gritos llegaran a faltarme.
Y de pronto, caída ya en el silencio, me oí decir: "Es demasiado tarde".
No podía moverme. Un frío muy blanco me corrió por la espalda y contemplé largamente el cielo con un pescado entre mis brazos. De la boca del pescado subían y luego caían lluvias de agua, que me bañaban el rostro, el pecho y la cola festoneada de escamas.
"Soy de la familia de las onagrarieas, como la fucsia y la onagra", decía una voz detrás de mí y otra le contestaba: "Soy de la familia de las aceríneas". "Soy decandria", dijo otra. Yo no podía darme vuelta y dije en voz alta: "¿Me acostumbraré a ser sirena de una fuente con la cabellera tan suelta y con tantos pescados deslizándose entre mis piernas? ¿Conservaré bien mi postura de etatua?". Pero los árboles no me contestaron porque ya estaba en una casa de remates.

Estoy cerca por mis propios gritos.



(Todas las palabras pertenecen a Silvina Ocampo, no así su disposición a veces más rigurosa en la estructura de fragmentos y otras no)



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas veces quise leerla, y creo que es la primera vez que lo hago.
Igual, hasta el ultimo, pense que era algo tuyo, tiene algo de vos, no?

Un beso amiga.

delarena-una dijo...

Hola Ana,
Creo que siempre hay algo de uno en los textos de otros. En este caso lo que hay es mi gusto por la narrativa de Silvina, que aquí in-justamente no se puede apreciar demasiado ya que he seleccionado fragmentos de dos cuentos que le pertenecen y los dispuse de un modo azaroso. (un verdadero sacrilegio!)
Lo único verdaderamente mío es el título y el acto de seleccionar fragmentos que le pertenecen ...
y el azar que no le pertenece a nadie, o tal vez sí.


Te cuento que nos estamos juntando los Martes a las 17hs en el Neuro.
Llegate! y haremos justicia con sus "textos originales".


Un beso querida Ani.

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